jueves, 28 de mayo de 2009

El Imperativo Fernandito pu favó





Wittgenstein certificaba que “ética y estética son lo mismo”, o literalmente “son Uno” ( en vernáculo dicotomero sind Eins). Profería semejante apotegma en el contexto de una ética trascendental, como lo es la estética. Esta trascendentalidad de la ética remite a un sujeto que no está más allá de los límites del mundo, sinó que se determina como un límite del mundo. Lo trascendental es, por tanto, el límite, como concepto fronterizo, y el sujeto, como sujeto de ese límite (o sujetado a dicho límite si se prefiere).


El docto galimatías wittgensteniano sobre la estética de la ética es demostrado con sagacidad por el encomiable Imperativo Fernandito pu favó, que, en un arranque de ventolera filantrópica me atrevo a presentaros para vuestra gozosa fruición (y para el íntimo perfecionamiento de vuestra inproba moralidad). Pero permitidme que reproduzca exactamente el circunloquio que tuvo lugar ahora hace aproximadamente dos años en el Magic, antro de delectaciones chirigoteras y de meditaciones atinadísimas, cuando a los otrora filosofastros Alejandra Escosell y Pichágoras, les cambió la vida (para peor, se entiende) esta misteriosa revelación.


Como bien ignorais, existen tres imperativos éticos de sagaz y simple formulación que modulan cualquier acción humana en el mundo, imposibilitando el error si uno se atiene escrupulosa y audazmente a cada una de las tres formulaciones.


El primero de ellos, me gusta particularmente, es el imperativo cristiano: ‘aquello que no quieres que hagan contigo no hagas con los demás’. Vosotros, avispados filosofastros, no habreis pasado por alto ciertas carencias de este imperativo. Para empezar es un imperativo pasivo, que exhorta a no hacer, más que a hacer. El imperativo cristiano ampara así a los que deciden no actuar, no estar en el mundo, no intervenir. Pero puede ser considerado ético el que no actúa? Según entiendo, la ética es un reflexión sobre la conveniencia de las acciones, pero no sobre la conveniencia de las no acciones, que no pueden resultar ni convenientes ni inconvenientes ya que no son. En este sentido, la cristica afirmación comulgaría con otro imperativo oriental mucho más delicioso, por incitar abiertamente a la vagancia: ’no hay nada que con no hacer nada no se solucione del todo’ (es esta la piedra angular de la religión profesada por todos mis ancestros desde que el mundo es mundo).


Para salvar este imperativo, algunos han dado en reformularlo al modo ‘así como quisieras que obraran contigo obra tú con los demás’. Pero también esta formulación tiene sus inconvenientes, puesto que lo que uno quiere para si mismo no tiene necesariamente que coincidir con lo que otro desea para sí. Se me ocurren muchos ejemplos: masoquistas, suicidas, meningíticos, dementes, desquiciados, porculeros y otros adalides semejantes del apocalypsis mental que nunca querrias que obraran contigo de la manera que obran con ellos mismos.


No le pasó desapercibida esta reserva a Antonio Machado cuando afirmó: ‘ama a tu prójimo como a tí mismo, pero recuerda que el prójimo es siempre otro’.


El segundo imperativo es el Imperativo categórico Kantiano, un concepto central de toda ética moderna que pretende ser un mandamiento autónomo capaz de regir el comportamiento humano en todas sus manifestaciones. En su formulación más desarrollada reza así:”actúa según aquella máxima que creas que pueda convertirse algún dia en ley universal”.


Lo bueno de este imperativo es que apela a la razón y al análisis y no a las apetencias o deseos del sujeto ético. Un degenerado puede desear un mundo de depravación y vicio y a la vez ser consciente de que sus acciones y deseos nunca podrían, ni convendría que pudiesen, ser el corpus central en el que se fundamantara una ley universal. Este degenerado sería capaz, incluso, de inhibir sus tendencias al cabronerío en pos de la armonía cósmica. (Sobre este imprativo no he encontrado pega lógica alguna, pero no me gusta por demasiado sensato y abrasivamente lógico).


El tercer imperativo es el pindárico: ‘llega a ser aquello que eres’. Es un imperativo perfecto, sólo tiene el pequeño detalle de que un humano corriente puede tardar mil billones de años en saber qué o quien es. Así, este imperativo es más una promesa poética que una enseñanza de utilidad práctica.


Falta el cuarto y definitivo imperativo


Fernandito era un compinche de pillerias juveniles, gamberro, incívil y disoluto todo él, primogénito de una devota beata (señora de pláticas y ruegos) que le reñía por los ventanales de nuestra infancia al grito de Fernandito pu favó. Resulta que en cierta ocasión Fernandito gozaba de los adolescentes placeres de la mastubación en la privacidad de su alcoba cuando su bienamada madre irrumpió cautelosamente sorprendiéndole en los trajines lúbricos. La escena en si no tiene mayor trascendencia si no fuese por lo que dijo su madre ante tal desatino.


Es ESTO lo que quieres estar

Haciendo

cuando cristo vuelva?


Me imagino a Cristo en su segundo advenimiento arrojado de nuevo a los terrores terrígenos, hecho mortal, lacónico, centrado en su misión redentora... Aún no sabe muy bien ni el tiempo ni el espacio en el que se halla, se despereza, abre los ojos al nuevo mundo, y que es lo primero que ven sus ojos? a Fernandito dandole al manubrio!!!


Y ahora se eleva una pregunta a todos vosotros...sea lo que sea aquello que esteis haciendo en este preciso momento...es eso lo que quereis estar haciendo cuando cristo vuelva?


Esta pregunta, que tintinea como una amenaza y posiblemente os ha hecho crujir todos los tuétanos, añade un detalle al acto moral que los anteriores imperativos habían obviado. Se trata de la urgencia de la acción correcta; pues en este caso, cada instante cuenta. Puesto que puedes disponerte a realizar la acción moral más considerable y loable de cuantas existan en el mundo, pero mientras no la realizas...que estas haciendo? Es eso lo que quieres estar haciendo cuando cristo vuelva? Porque el segundo advenimiento no esperará a que estés preparado, ni perfumado..¿no? Puede pillarte en las letrinas, en un suspiro, en un mal pensamiento, en una ventosidad, quien sabe...


Tengo mucho miedo...

viernes, 15 de mayo de 2009

Era de noche y sin embargo llovía

Esta debe de ser la cara de Paul Clifford; y el que diga lo contrario, miente.


No recuerdo de que manera llegó a mis tegumentos meníngeos esta proterva articulación de palabros. Recuerdo, eso sí, ser asaltado al instante por una confusa confederación danzarina de disímiles sazones anímicas que me reportaron la determinación audaz de genocidiar en mi cualquier esperanza fátua de convertirme en un literato. La ilícita jerigonza a la que aludo en el título de esta aciaga exposición fue confeccionada por el protervo Edward George Bulwer-Lytton (1803-1873) que la usó en su, más que novela baldón, Paul Clifford . ( Y aquí que acude a nuestra llamada nuestro bienamado Clifford, sujeto de pretéritas disertaciones en este mismo blog).
El encopetado Eduardo Jorge decidió dar, con este principie, expiración y sepelio a la literatura; y alimento a otro nuevo e insólito arte: el de la fraseología (arte practicado por todo tipo de internautas bloggeros y filosofastros de cátedra a los que dedicaré un merecido libelo). Más aún, era de noche y sin embargo llovía se considera el más desafortunado inicio de una novela que han visto los siglos. No en vano, la Universidad de San José organiza anualmente el concurso Bulwer-Lytton para premiar las más execrables primeraa líneas de cuantas novela caen en sus manos (la única condición para participar es no querer participar, es decir no ser consciente de la propia deslealtad con las musas). He tenido acceso a otro trepidante comienzo. El mérito de la composición es de un tal Jim Guigli; jubilado, me imagino, aficionado al género negro y con ambiciones literarias que recibió con plena justicia el codiciado galardón este último año por lo que sigue:

“El Dr. Metzger se dio la vuelta para recibir a su nuevo paciente, totalmente ignorante de que pronto se convertiría en miembro de una secreta hermandad tan antigua como la urología misma”

Añado otros inicios de antología:

“El detective Bart Lasiter se encontraba en su oficina analizando la luz que entraba por una ventana, cayendo sobre su superburrito, cuando se abrió la puerta y apareció una mujer cuyo cuerpo decía “te has comido tu último burrito por ahora”, cuyo rostro decía “los ángeles sí existen”, y cuyos ojos decían que ella podía hacerte cavar tu propia tumba y lamer la pala hasta dejarla limpia”.



"No era, desde luego un gran dia, un poco mejor que bueno, pero sin llegar a ser formidable”


“Dándome la vuelta, digerí mentalmente todo lo que tu, el lector, estás a punto de descubrir descorazonadoramente.”

En fin, a mi era de noche y sin embargo llovía me gusta, no es un gran inicio, un poco mejor que bueno, pero sin llegar a ser formidable...Amén

jueves, 7 de mayo de 2009

Que me lo creo todo


No hace mucho, solipsista activo de mí, sostenía las mas osadas ideas teóricas sobre cualquier asunto sacro o profano. Confiaba que mis sofisticadas sofísticas arrojarían luz sobre las entendederas de todo aquel que pretendiera interponerse en mi camino. Por aquel entonces, podía defender una cosa y la contraria con la misma vehemencia, a sabiendas de que ambas cosas eran igualmente falsas en mi lengua. El caso es que he llegado a un punto en el que me lo creo todo. Y cuando digo todo, me refieero a confiarme en las implicaciones de una afirmación y en las de la afirmación contraria a un mismo tiempo. Como muestra dos botones: No hace mucho leí un artículo de José Luis Camacho; experto en contubernios judeo-selenitas y en apostólicas apocalipsis marcianas. Afirmaba, entre otras cosas lo siguiente:


" Sabemos que los ummintas (una suerte de extraterrestres arios comunistas; de guapura supina verbigracia) han escrito un mínimo de 158 cartas, de las cuales se conoce la existencia de 48, aunque nadie ha tenido acceso a ninguna de ellas".


El lector puede analizar y discutir sobre la veracidad de esta expresión, expresión no verificable puesto que nunca tendrá acceso a las correspondientes misivas humano-ummitas, pero el caso es que, en lo que a mi refiere, confío plenamente en la existencia de esas 158 cartas como mínimo e incluso afirmo que podrian tratarse de 168.


Que lo uno es lo otro y viceversa.

Por ejemplo, aquí no estaba ni Clifford

He podido comprobar, con cierto desagrado y renuencia, que cierta persona de cuyo blog no vamos a hablar (porque ya está colgado como preferente en este mismo sitio) ha osado dirigirse hacia mi irrefutable teoría sobre la prueba onto- lógica sobre el sentido de la proferencia "no estaba ni Cliford". Su pregunta al respecto me ha hecho contrariarme y he buscado obsesivamente la razón por la cual este andova pensó que yo no he hablado de si Cliford estaba o no. Pues bien, querido amigo, no lo se. No puedo saberlo. Cuendo yo he llegado a ciertos eventos y he escuchado la frase "´no está ni Cliford" era, precisamente, porque Cliford no se encontraba allí. De todos modos, si la siguiente réplica que oses hacerme va a ir dirigida hacia el tema ¿y dónde estaba entonces? pues te responderé que lo desconozco totalmente. Quizá eso le interese a la novia de Cliford, a su madre o a su amante, pero a mí no.



De todos modos, compartiré con vosotros una intuición que Dios ha infundido en mi cabeza en el preciso día de ayer, aunque la he visto hoy. Alguien me comentó que, en otros lugares de España, la frase equivalente o análoga a la anteriormente presentada y analizada es "allí no estaba ni Cristo". He podido deducir de aquí que, como tantas otras expresiones tipo "Me cago en Diez" (equivalente a defecar en el Señor, nuestro Creador, pero dicho sin decirlo), "no estaba ni Cliford" es una forma paganizada de referirse a que ni Cristo ha acudido a cierto evento (guateque). El porqué Cristo debería acudir lo comentaré en otra ocasión, puesto que en estos momentos ese tema es totalmente colateral y no nos importa. Lo único que podemos deducir, sin dejar lugar a dudas, es que Cliford es:



1. Cristo mismo ( de donde Cristo= Cliford sería totalmente verdadero)

2. El segundo advenimiento esperado.





Amén


martes, 5 de mayo de 2009

No estaba ni Cliford

Hace poco nos referíamos a la ponencia del aciago conferenciante Habermas. Me informan de que, allí, no estuvo ni Cliford.
Merece la pena dedicar unos instantes al análisis ontológico de esta proposición. Quizá más tarde pasemos al lógico.



Análisis ontológico de la proferencia "No estaba ni Cliford"



Supongamos que Cliford es una entidad fenomenológica, es decir, que acontece, que deviene. Suposición, por otra parte, válida como cualquier otra (una conjetura muy respetable).
La esencia de Cliford es precisamente su ausencia. Delimitemos este concepto a eventos. La entidad real y fenoménica de Cliford se debe a la existencia previa a posteriori de un evento al que, por otra parte, él no ha acudido. Y ahora os preguntaréis: ¿quién coño es Cliford? (véase que pongo la pregunta en el lenguaje vernáculo en el cual estáis pensando). Esta pregunta es sencillamente incorrecta y no tiene ningún sentido si la extirpamos del lugar geográfico-vital donde esta expresión se usa: Valladolid. Cliford sólo puede entenderse como un concepto regulativo de la lebenswelt (el mundo de la vida: guateques). Negar la existencia de Clifford seria quitar, por inferencia, sentido a la afirmación primigenia, lo qual supondria negar sentido a este blog. Con lo primero bien me avengo, pero no tanto con lo segundo (para otras trampas sagradas semejantes a esta estudiese en conciencia a Descartes). Eso sí, teniendo en cuenta (siempre hay que tenerlo en cuenta) que este blog no pretende serlo, hágase lo que bien le venga a cada cual en gana.
Al lector ducho en cuestiones ontológicas le habrá bastado ya con las reflexiones anteriores. Es más, pido perdón si en algún momento he explicado determinadas cosas que ya se dan por sabidas y que están de más. Para el no tan versado, adjunto bonita fotografía de gatito tope mono.












Entretenidos en la foto anterior, pazguatos y rozagantes, mantengamos un diálogo usted, estimado lector, y yo. Un diálogo (di-a-logos) de hombre a hombre, o de violetera a violetera si se prefiere, sobre las cuestiones puramente lógicas.





Análisis lógico de la proferencia "No estaba ni Cliford"



Clifford es, como mínimo, un sentido del concepto mismo. El problema con el cual nos topamos es, lógicamente, un abismo ontológico trasladado a la problemática desentrañación lógica del verdadero sentido de lo que no lo tiene. ¿Es Clifford un personaje de ficción? Y, de ser así, ¿Un personaje de ficción tiene, acaso, referente? La propedéutica transmigracional de los sentidos secretos inferidos escondidos en este birlibirloque lingüero se manifiesta claramente al análisis pormenorizado de los qualia. Fragmentemos en unidades atómicas la proposición: No: advervio de negacion ("nanai de la china"),estaba: parecido a ser pero no exactamente, digamos que es como ser en un tiempo y un espacio (conferencia de Habermass-dia 5 de mayo), ni: véase "Los caballeros de la mesa cuadrada" de los Monty Python. Clifford: véase bonita foto de arrebolado cirro.



Ahora sí, sentido y referente se unen en amorosa comunión. Amén.

El tercer hombre


Ahí lo tenéis, detrás de los que intentaron ser grandes.
La sombra de su sombra.
Habermas. Nació en aquel lugar donde nacen los que están muertos. Nació en el lugar donde yacen amenazantes los nosferatus en sus féretros enmohecidos. Y éste es el contexto de un tipo que, tras decidir dedicarse a ser muy amigo de Afdorno y Horkheimer, remató la teoría Kantiana hibridándola con la marxista o marxiana, como él la preferiría llamar.

Cuando era joven ya era viejo. Ahora que es muy viejo, simplemente está viejo. Y con viejo nos referimos a que, seguramente, debería de haberse retirado ya. Pero todo el mundo sabe que hay dos tipos de "personas" en este mundo que nunca mueren: los que dejan tras de sí la estela de su obra y los que, simplemente, nunca dan por acabada la suya; el resto está muerto. De éstos últimos hablamos. De éste último, más bien. Tras la decisión de no acabar nunca, este hombre se convirtió en el nuevo vampiro filosófico posmoderno. Y hoy, precisamente hoy, día cinco de mayo, dicen que le han visto dar una conferencia en el CCCB. A mí no me ha gustado, eso está de más decirlo. Pero tampoco es que haya asistido. En lo personal desconozco por completo su obra y sus tribulaciones; aun con todo y con eso afirmo tajantemente que estoy en pleno desacuerdo con todo lo que haya dicho y lo que pueda decir en tiempos venideros. Por lo que a mí respecta Habermas siempre será el tercer hombre. Primero yo, luego un gastrólogo gordo y, tan sólo después y en este orden, él. En ningún sitio. En el CCCB. Hablando de sus cosas. Batallitas, seguro. Un viejo nunca habla de otra cosa. Hoy se ha abierto más mi úlcera, como bien podréis comprobar. Me dispongo a mi diaria genuflexión reverencial al trono inodoro que es mi quimera y mi cruz. A trallar se ha dicho. Quizá mis vomitos biliares garabateen alguna letanía. Amén.