sábado, 5 de diciembre de 2009

¿Quién no odia a Sartre?

                          



Sarte dijo de Céline:

«Tal vez Céline sea el único que permanezca de todos nosotros»



En la Francia ocupada del 1948, Céline recibe en su casa de campo la molesta visita del hipócrita Sartre, feo todo él como un malvavisco y tonto como un escarpín de doncel. El especulativo Sartre ruega a Céline que utilice su influencia en el Partido Nacionalsocialista para interceder por él a fin de que le permitan publicar su obra. Céline responde con fastidio a esta prerrogativa; en realidad, no tiene ningún ascendente sobre el partido y, en todo caso, sólo puede compartir con el Fuhrer el antisemitismo. A fin de cuentas le envía a pedir favores a otra parte, es decir, a la mierda.

Una vez liberada Francia, Céline cae en la desgracia del ostracismo y la repulsa; Sartre aprovecha la estigmatización a la que ha sido sometido el malogrado Ferdinang para vociferar desde su conocido periódico "Les temps modernes" que: “Si Céline pudo sostener las tesis socialistas de los nazis es porque le pagaron” ("Retrato de un antisemita" 1945).


Céline reponde:


"No leo mucho, no tengo tiempo. ¡Demasiados años perdidos en tantas tonterías y en prisión! Pero me presionan, me ruegan, me molestan. Es imperioso que lea, parece, una suerte de artículo, el Retrato de un antisemita, de Jean-Baptiste Sartre (Les Temps Modernes, diciembre 1945). Recorro esa larga tarea, le echo un vistazo, no es ni bueno ni malo, es nada, pastiche… “A-la-manera-de”… Ese enano de J.-B. S. leyó l’Etourdi, l’Amateur de Tulipes, etc. Quedó prendado, evidentemente, no sale más… ¡Siempre en la escuela este J.-B. S.! siempre con los pastiches, “A-la-manera-de”… También a la manera de Céline… y de muchos otros… “Putas”, etc. “Cabezas de recambio”… “Maïa”… Nada grave, por cierto. Arrastro en el culo una buena cantidad de esos “A-la-manera-de”… ¿Qué puedo hacer? Sofocantes, rencorosos, cagones, traidores, semisanguijuelas, semitenias, no me hacen ningún honor, no hablo nunca de ellos, eso es todo. Progenie de la sombra. ¡Decencia! ¡Oh! No le deseo ningún mal al enano J.-B. S. ¡Su destino ya es bastante cruel! Ya que se trata de una tarea, yo le habría dado con gusto siete de veinte y no se habría hablado más del asunto… ¡Pero en la página 462 el soretito me desconcierta! ¡Ah! ¡El maldito culón podrido! ¿Qué osa escribir?"
 (...)
"J.-B. S habla evidentemente de sí mismo cuando escribe en la página 451: “Este hombre teme cualquier tipo de soledad, tanto la del genio como la del asesino”. Comprendamos qué quiere decir… Basándose en la fe de los semanarios J.-B. S no se ve sino como un genio. Por mi lado, y basándome en sus propios textos, me siento forzado a ver a J.-B. S como un asesino, e incluso mejor, como un maldito alcahuete, un repugnante, asqueroso, inmundo soplón, un cana con anteojos. ¡Ya me empiezo a embalar! No corresponde a mi edad, ni al estado en el que me encuentro… Iba a concluir ahí… asqueado, listo… Reflexiono… ¿Asesino y genial? Hay casos… Después de todo… ¿Será quizá el caso de Sartre? Asesino lo es, quisiera serlo, entendámonos, ¿pero genial? ¿La caquita que está en mi culo es genial? ¿Hum?… Vamos a ver… sí, cierto, eso puede hacer eclosión… dispararse… ¿pero J.-B. S? ¿Esos ojos de feto? ¿Esos hombros mezquinos? ¿Esa busardita? Tenia, seguro, tenia humana, ubicada donde ya saben… ¡y filósofo!…"


¿Quién no odia a Sartre? Al que no sienta, cuando ve su foto, la emoción humana y básica de la aversión, le concedo cinco minutos de mi propio tiempo para insultarle desde aquí. Acercaos cabrones.

Sartre, eres una tricotosa alepantada, un andova comeculos, un garabato mal hecho, un dibujo inanimado, una rana sin ancas que aprovechar. Ni en Filosofía se te tiene en cuenta. Eres el mayor cero a la izquierda (y a la izquierda estabas) que nos ha dado la humanidad. Eres el Señor de Bovuoir, eres la falda que le destapó la rodilla, eres un ser que ni siquiera es. Muérete todas las veces que puedas....ya que siempre has estado en lo del morir.


 

martes, 1 de diciembre de 2009

Relato antierótico






Todos odiamos a Habermas



El laberinto de espejos del parque de atracciones de Montjuic siempre decepciona: pocos espejos, mal colocados y llenos de huellas dactilares. Así, uno no consigue experimentar las sensaciones picnólecticas tan anunciadas en esta atracción crepuscular...Pero, ¡ joder! con todo esto, aquel enano furtivo se las arregló para multiplicar su imagen por millares y, incapaz de discernir de que retrato especular me llovían todas aquella somanta de hostias, no pude defenderme de su ataque.

Conocí a aquel enano microcefálico mucho antes. Formaba parte de una comparsa bizarra que había reclutado en una de mis excursiones por el fantasmagórico barrio del Raval. A saber: un percherón circense, un fakir llamado 'el estómago', el ya conocido enano microcefálico con elefantiasis genital y un panel de abejas. Cuando Ella abrió la puerta y me vio en compañía de tan singular séquito comprendió al instante que sus ruegos secretos por introducir novedades en sus relaciones íntimas habían sido escuchadas.

Todo había sido culpa del café. Al principio me incomodaba que me acompañase a tomar el café. Sentía que mi media hora sagrada de descanso era perturbada por sus conversaciones insulsas y los continuos reproches al proceder de su novio...Pero, ¡ah, amigo!.. .cuando le dio por tomarme como confidente de sus intimidades de alcoba la cosa cambió. Sus confesiones trasladaban mi mente a jodiendas bruñidas y follamenes lácteos.
Un día me dijo:
¿Y a ti? ¿Cómo te gusta que te chupen la polla?
Aquella pregunta lo precipitó todo; quiero decir que me corrí sobre el café, después cortado. No fue lo inesperado de la pregunta en sí lo que justificó mi deseo de subirme de un brinco sobre la mesa y de masturbarme públicamente como un maniaco hasta derramarme en su boca, fue lo de usar los términos chupar y polla juntos en una misma frase. Lo espontáneo de aquel vocabulario soez en ella, de ordinario cándida en su timidez, fue lo que hizo crujir mis vísceras meníngeas. El uso de aquellos vocablos fue una evidente provocación a partir de la cual mi café diario se convirtió en mi quimera y mi cruz.
Mi deseo hacia ella fue creciendo y creciendo. No pudiendo dar satisfacción natural a mi deseo en su momento propicio, esto es justo cuando surge, la naturaleza de éste fue envileciéndose. Mi anhelo inicial de tenerla desnuda ante mi, de contemplar y admirar su cuerpo, de lamer sus aureolas y chupar sus pezones -quien sabe si también succionarlos y morderlos cual infante destetado-, de besar su sexo húmedo y de hincar mi tornillete fálico en su sacrosanta caverna venusiana....fue tornándose en sórdidas inmundicias de las que mi mente no pudo escapar. El anhelo contenido se volvió lúbrica codicia.

Ya no me bastaba con verla desnuda, tantas veces la había desnudado mi imaginación que ya no se deleitaba en su culo si no estaba decorado por un tulipán convenientemente introducido en el ojo del mismo. Igualmente, la imagen de mi polla durísima, enhiesta como el torreón de un navío, entrando y saliendo frenéticamente de su coño, abierto como los pétalos de los rosales y chorreando por el pleamar de su deseo, no era suficiente; era necesario mas flujo y más polla. Necesitaba que un enjambre de avispas aguijonearan mi pene e hicieran de picha cipote. Necesitaba que la lengua rápida de un percheron abriera la ostra y me entregase la perla, que el enano, el percheron y el faquir acordaran el advenimiento de sus orgasmos para sumar semén a mi semén y desbordar así su esófago de líquido y su corazón de pesar.

Todo sucedió según lo previsto, exceptuando los arrebatados e inesperados gemidos de Ella, que se contorneaba como una anguila mientras la troupe le metía de todo, menos miedo. Sucede que en el fragor de la guerra todo agujero es trinchera, y se me ocurrió que tomar al enano por detrás no estaba de más. Poco podía imaginarme las dignisimas promesas que el enano había hecho a su moribunda madre de mantener la pureza de su orto. Tuve que salir corriendo de aquella casa y esconderme en un laberínto de espejos para evitar las vengativas embestidas de su monstruoso cimbrel elefantiásico, no sin antes deleitarme por última vez con la visión de Ella tumbada boca abajo, desnuda, fatigada y quejicosa, frágil, entregada a mi, con un ramillete de tulipanes en el bul y una sonata de estertores y contracciones coñajidas. Quizá fueran imaginaciones pero me pareció oirla arrancarse por Leonard Cohen y despedirse entonando aquel:
you won me, you won me, my lord.







viernes, 4 de septiembre de 2009

Labio leporino, lengua viperina

Acto primero:
Un fútil autor consevador alemán, antes de palmar, publica un epítome de nulo interés destinado a pasar sin pena ni gloria por las librerias teutonas, antes de su inmediata descatalogación. Un hecho curioso hace centrar toda la atención mediática sobre la infumable composición: un celebérrimo intelectual ha interpuesto una demanda contra el autor y la editorial, y exige que se retire un párrafo concreto del libro en el que, según él, se le alude directa y maledicentemente.
Un tribunal alemán falla inmediatamente a favor del aludido y exige a la editorial Rowohlt la retirada inmediata de ese párrafo, bajo la amenaza de una multa de 250 mil euros. 
Acto segundo:
Algún periodista de sucesos se interesa por el caso y decide investigar la causa de la celeridad en el pronunciamiento del tribunal y el contenido del polémico párrafo. Ante su sorpresa descubre que el párrafo no mencionaba a nadie en concreto.
“…de hecho, uno de los mas afamados intelectuales del pais fue un convencido nazi que deseaba el triunfo de Adolf Hitler y anhelaba la cacareada victoria final”
Acto tercero
La editorial anuncia que recurrirá la sentencia, porque "no se cita en ningún momento el nombre del aludido denunciante. El contenido del párrafo es, además, únicamente una mención anecdótica de un hecho ya pasado". Se inicia una polémica en los medios de comunicación sobre el asunto. El denunciante, que es realmente considerado uno de los intelectuales alemanes más importantes vivos, nunca ha tenido sobre si la sospecha del filonazismo, porque se siente aludido entonces? La polémica se torna en chascarrillo jocoso sobre la vanidad del denunciante. Viñetas en periódicos lo retratan levantando la mano cuando se pregunta a una audiencia inmensa por el intelectual mas grande del país. El denunciante se justifica de la siguiente manera:
–"La acusación es falsa. Mi defecto físico, un labio leporino, hacía imposible que me identificara con la ideología nazi”
Acto cuarto
La editorial contraataca y presenta la siguiente información.
El denunciante del labio leporino tenía 14 años cuando mandó una carta a un amigo suyo, Hans-Ulrich Wehler, en un pliego con el membrete de las Juventudes Hitlerianas, donde ensalzaba el curso de la guerra y admiraba los avances de las tropas del dictador". El propio Hans-Ulrich Wehler, amigo intimo del exnazi confirma la noticia y cuenta que coincidiendo en una fiesta con el denunciante, y despechado por los desprecios a los que le había sometido el intelectual de postín, le mostró la carta escrita lustros atrás y le dijo ‘’recuerdas esto’’?
Al ver la carta, el hogaño intelectual comprometido con la democracia muda de rostro, tiembla, se crispa y se lanza sobre el papel cual felino ante la mirada sorprendida de los asistentes a la fiesta. Su labio leporino no le impide comerse literalmente el papel. Asistentes a la fiesta confirman la veracidad de este suceso.
El putecio falsario del labio leporino, predicante filosófico infatigable, escribe un vergonzante comunicado en el que habla de la juventud … de la dificultad de elección… de la confusión a esa edad etc etc…como tiempo atrás hiciera también el otrora perteneciente a las SS Gunter Grass.
Curioso que el leporino–nazi–labial haya tenido su justo escarnio en este blog antes de conocer su hipocresía, falsedad, doblez, y labialidad leporina. Sí, amigos, estamos hablando del infausto xilofágogo Habermas.

lunes, 22 de junio de 2009

La prolepsis motriz del lenguaje cinemaografico en Pedro Almodovar

Provenimos a realizar la pertinente traducción de esta proferencia a la lógica intencional mediante un tratamiento montagoviano de la ambigüedad. Habría que distinguir, previamente, la conducta operatoria puramente apotética (prólepsis en sentido amplio) y la conducta que además es proléptica en sentido estricto. Sin embargo, se requieren algunas modificaciones conceptuales mínimas, que permiten ofrecer, además, un tratamiento categoremático que admita reglar el objeto ilocutivo de la proferencia tomada literalmente.

Consideremos, en primera instancia, la diferencia entre la dependencia del contenido de un contexto, lo que llamaremos indexicalidad,  de la dependencia de la extensión de un contexto, fenómeno que denominamos sensibilidad al contexto o sensitividad. Pero el contexto relevante del caso no será el evaluativo sino el de emisón o uso. Así pues hay una diferencia entre lo dicho y lo implicatado, que segun Grice, en el contexto de emisión de esta oración, puede jugar dos papeles en la determinación del valor de verdad de la oración. Puede ayudar a determinar su contenido y puede determinar parcialmente cuáles son las circunstancias de evaluación que fijarán el valor de verdad de la oración en ese contexto.

Un análisis temporalista atribuiria a las oracion sensibilidad al contexto con respecto al tiempo, pero negaría, porque postula que el valor de verdad proposicional es relativo al par mundo posible/tiempo, la verdad proposicional como relativa al par mundo posible/estándar epistémico. Esto implica la obligación que los locutores colocan sobre sus alocutores de responder a sus exigencias en cuanto logran emitirlas ellos mismos y exponerlas como comunes a los dos.

Pero en esta proposición se afirma o se niega algo (llamemosla proposición apofántica) . Así cuando en la película (que llamaremos pinicula) Pedro Almodovar afirma (aforma) cinematograficamente (graticinemativamente) la validez de un hecho acaecido (alfombra) en Barcelona (vaso de leche con galletas), la evidencia behaviorista de la interacción comunicacional y la especulación filosófica obtiene volens nolens su efecto de verdad al hacernos descubrirla como presente en toda realidad comunicativa.

 

Capicci?

miércoles, 10 de junio de 2009

Con los cuernos en la maceta


Sigo fascinado por las sugerentes insinuaciones y ramificaciones de esta inusitada locución que escuché por primera vez hace ya casi 20 años. El artista compositor de la rogativa fue el insigne Paco, otro compañero de atropellos infantiles al que el devenir lo situó en caminos tortuosos muy diferentes a los que yo había bosquejado para mi mismo. Nuestra amistad, si es que alguna vez lo fue, no resistió el paso del tiempo ni los aconteceres badienses, que nos situaron a cada uno en nuestro sitio, es decir, a los dos en la cloaca (sólo que la mía era una cloaca más perfumada).

Inventabamos por aquellos entonces juegos en un jardín que estaba justo frente mi casa. De vez en cuando, en medio del juego, veíamos a mi padre asomado a la ventana inspeccionando sus hortensias y sus rosales. La apariencia era algo sombría: un hombre mas o menos calvo (de Schopenhauer tenía el nombre y el peinado; y de Pessoa, las gafas y la figura) asomado entre el follaje del macetero moviendo la cabeza nerviosamente.

Ya está tu padre... ahí, asomado... con los cuernos en la maceta!!!

Escuchada la proferencia, todos reímos al unísono como embriagados beodos. Aunque apuesto que ninguno entendió los imbrincados sentidos secretos ni las infinitas lecturas que podían hacerse de la exclamación. Ahora recuerdo que, poco después, mi hermano y yo compusimos un epinicio intitulado Oh excelso Pérez de anteojos en pináculos hinchados  que presentamos a un certamen literario escolar . Recuerdo varios versos, en uno de ellos incluíamos la famosa frase:

... Y asomado a la ventana yo te ví pasar, España!

con los cuernos en la maceta.

Para mí siempre fue imposible desentrañar el significado lógico del apotegma con los cuernos en la maceta, de ahí mi fascinación por ese ensartamiento, en apariencia absurdo, de vocablos que contiene, creo, la esencia misma del surrealismo continental. Hasta el momento he sido capaz de hacer las siguientes lecturas:

Lectura figurativa: Simplemente se hacía alusión a una composición estética desafortunada. Las macetas són elementos reales, en ningun caso simbólicos, y los cuernos una metáfora común que apunta a rizos capilares con forma de asta. Se pudo, entonces, haber dicho: Mira, ahi está tu padre, asomado a la ventana entre plantas tan tupidas que no dejan ver de él más que su pelo alborotado o también Mira, ahi está tu padre, asomado a la ventana, con el pelo más alborotado que los esquejes de la hortensia

Lectura psicoanalítica: Se revela la excesiva afinidad del padre con sus plantas y se señala que la multitud de cuidados que dispensa a los vegetales quizá no se corresponda con los que concede a su prole, que en ese mismo momento juega asilvestradamente a pocos metros de su progenitor sin recibir sanción alguna a pesar de sus comportamientos potencialmente letales para si mismos y para sus compañeros de juegos. En este sentido, con los cuernos en la maceta se convierte en un lamento, un queja rencorosa del buen amigo por la pasividad del padre ante el juego del hijo, a la vez que se insinúa un acto de infidelidad en el que el padre ama por encima de todo a las botánicas entidades. Se pudo, entonces, haber dicho: Mira, ahi está tu padre, asomado a la ventana sin ver del mundo más que sus plantas; y diríase por la devoción que parece profesarlas que es lo único que le importa en este mundo, y que su amor por ellas supera de mucho el que os pueda dispensar

Lectura analítica: Se denuncia la actitud vigilante del padre hacia el hijo. En este caso las plantas son solo el objeto tras el cual el padre intenta esconder su actitud de acecho constante hacia el hijo. Las plantas són solo el símbolo del pretexto, de la coartada, de la excusa... Fingiendo interés por las plantas, aunque desinteresado realmente por ellas, proyecta su conciencia vigilante más allá del aparente objeto de su análisis y lo posa innecesariamente sobre el hijo. Los cuernos son solo el detalle que desenmascara al padre, que descubre la falta a los demás y también a si mismo. La evidente connotación negativa del concepto cuerno en la tradición oral hispánica y sus evocaciones demoníacas muestran una desaprobación moral del que profiere la frase hacia el que porta los cuernos. Se pudo, entonces haber dicho: Mira, ahi está tu padre, espiandonos, vigilante, al acecho... como un demonio que se mueve en las sombras!!!

 

 

Pues eso, estulto lector, con los cuernos en la maceta yo te vi pasar España!

miércoles, 3 de junio de 2009

Los cuatro saltos de Nijinsky



Todavía se discute


 si era una extraña deformación en un metatarso o simplemente un don divino aquello que permitía a Vaslav Nijinsky dar los saltos más espectaculares y efectistas que ha visto la danza en su larga historia. De todos los saltos perpetrados por nijinsky contra la fuerza gravitatoria habria que destacar cuatro:

 

Primer salto:

 

Nijinsky es aún un niño. Su padre lo lanza a un pozo para que aprenda a nadar. Nijinsky se hunde lenta y desesperadamente hasta que, completamente sumergido, sus pies tocan el fondo empedrado del pozo. Se impulsa poderosamente y su prodigioso salto lo eleva abandonando el agua y el pozo. No ha conseguido domeñar el líquido elemento pero sí las aéreas potestades.

 

Segundo salto:

 

Se abre el telón, Debussy toca el piano con notas transparentes y Rilke habla de El espectro de la rosa . Nijinsky entra en escena dando un salto que deja sin aliento al público. Acaba de lograr el entrechat royal mas largo de la historia (salto en el que lograba cruzar los pies en el aire hasta diez veces cayendo después con una lentitud inusual). "Cuando le veo bailar olvido que el salto no es algo natural en el hombre" afirma Leon Werth.

 

Tercer salto (el salto que no fue)

29 de mayo de 1912, el telón del Teatro del Châtelet se levanta ante un público electrizado a la vista del hermoso decorado de León Bakst -un lago bordeado de árboles- en el medio del cual evoluciona Nijinski con su malla cubierta de animalescos manchones, y las ninfas vestidas con túnicas plisadas, pelucas doradas y pies desnudos. Todos esperan asistir a un nuevo recital de saltos y prodigiosas piruetas de Nijinsky. Pero para “la Siesta del Fauno” nijinsky ha preparado una coreografía particular: se desplaza en una única di9mensión, pegado al suelo, a pie chato, posando primero el talón y terminando el movimiento en los dedos, en total oposición a las reglas clásicas enseñadas hasta entonces. El cuerpo de frente al público, la cabeza y los miembros de perfil, los brazos mantenidos en posiciones angulares diversas. Movimientos espasmódicos, crispantes...ha nacido la danza contemporánea y , como acostumbra a suceder, la ha inventado el mago depositario de todos los secretos y técnicas de la danza clásica.

Cuarto salto:

La aparición de un nuevo bailarín que evoca al retirado nijinsky motiva una campaña publicitaria algo sórdida. El bailarín, su manager y un fotografo acuden al psiquiatrico en el que está ingresado nijinsky. Estamos en el 1939. Nijinsky ha perdido por completo la razón: apenas come, no habla, lleva 20 años sin bailar, con la mirada perdida.... Su cuerpo deformado y envejecido reposa en una silla mientras el bailarín da algunos saltos y ejecuta su repertorio de cabriolas. Las fotos recogen a los dos bailarines, el titular ya está escrito: lo nuevo y lo viejo de la danza, o tquizá’ el nuevo nijinsky’. El fotografo cambia el carrete. Se dispone a hacer nuevas fotos y descubre que no hay nadie en la silla que ocupaba nijinsky. Todos en la sala quedan atónitos: el anciano está suspendido en el aire pasan unos segundos y comienza a descender lentamente, tan lentamente que el fotógrafo tiene tiempo de disparar la cámara antes de que llegue al suelo.

jueves, 28 de mayo de 2009

El Imperativo Fernandito pu favó





Wittgenstein certificaba que “ética y estética son lo mismo”, o literalmente “son Uno” ( en vernáculo dicotomero sind Eins). Profería semejante apotegma en el contexto de una ética trascendental, como lo es la estética. Esta trascendentalidad de la ética remite a un sujeto que no está más allá de los límites del mundo, sinó que se determina como un límite del mundo. Lo trascendental es, por tanto, el límite, como concepto fronterizo, y el sujeto, como sujeto de ese límite (o sujetado a dicho límite si se prefiere).


El docto galimatías wittgensteniano sobre la estética de la ética es demostrado con sagacidad por el encomiable Imperativo Fernandito pu favó, que, en un arranque de ventolera filantrópica me atrevo a presentaros para vuestra gozosa fruición (y para el íntimo perfecionamiento de vuestra inproba moralidad). Pero permitidme que reproduzca exactamente el circunloquio que tuvo lugar ahora hace aproximadamente dos años en el Magic, antro de delectaciones chirigoteras y de meditaciones atinadísimas, cuando a los otrora filosofastros Alejandra Escosell y Pichágoras, les cambió la vida (para peor, se entiende) esta misteriosa revelación.


Como bien ignorais, existen tres imperativos éticos de sagaz y simple formulación que modulan cualquier acción humana en el mundo, imposibilitando el error si uno se atiene escrupulosa y audazmente a cada una de las tres formulaciones.


El primero de ellos, me gusta particularmente, es el imperativo cristiano: ‘aquello que no quieres que hagan contigo no hagas con los demás’. Vosotros, avispados filosofastros, no habreis pasado por alto ciertas carencias de este imperativo. Para empezar es un imperativo pasivo, que exhorta a no hacer, más que a hacer. El imperativo cristiano ampara así a los que deciden no actuar, no estar en el mundo, no intervenir. Pero puede ser considerado ético el que no actúa? Según entiendo, la ética es un reflexión sobre la conveniencia de las acciones, pero no sobre la conveniencia de las no acciones, que no pueden resultar ni convenientes ni inconvenientes ya que no son. En este sentido, la cristica afirmación comulgaría con otro imperativo oriental mucho más delicioso, por incitar abiertamente a la vagancia: ’no hay nada que con no hacer nada no se solucione del todo’ (es esta la piedra angular de la religión profesada por todos mis ancestros desde que el mundo es mundo).


Para salvar este imperativo, algunos han dado en reformularlo al modo ‘así como quisieras que obraran contigo obra tú con los demás’. Pero también esta formulación tiene sus inconvenientes, puesto que lo que uno quiere para si mismo no tiene necesariamente que coincidir con lo que otro desea para sí. Se me ocurren muchos ejemplos: masoquistas, suicidas, meningíticos, dementes, desquiciados, porculeros y otros adalides semejantes del apocalypsis mental que nunca querrias que obraran contigo de la manera que obran con ellos mismos.


No le pasó desapercibida esta reserva a Antonio Machado cuando afirmó: ‘ama a tu prójimo como a tí mismo, pero recuerda que el prójimo es siempre otro’.


El segundo imperativo es el Imperativo categórico Kantiano, un concepto central de toda ética moderna que pretende ser un mandamiento autónomo capaz de regir el comportamiento humano en todas sus manifestaciones. En su formulación más desarrollada reza así:”actúa según aquella máxima que creas que pueda convertirse algún dia en ley universal”.


Lo bueno de este imperativo es que apela a la razón y al análisis y no a las apetencias o deseos del sujeto ético. Un degenerado puede desear un mundo de depravación y vicio y a la vez ser consciente de que sus acciones y deseos nunca podrían, ni convendría que pudiesen, ser el corpus central en el que se fundamantara una ley universal. Este degenerado sería capaz, incluso, de inhibir sus tendencias al cabronerío en pos de la armonía cósmica. (Sobre este imprativo no he encontrado pega lógica alguna, pero no me gusta por demasiado sensato y abrasivamente lógico).


El tercer imperativo es el pindárico: ‘llega a ser aquello que eres’. Es un imperativo perfecto, sólo tiene el pequeño detalle de que un humano corriente puede tardar mil billones de años en saber qué o quien es. Así, este imperativo es más una promesa poética que una enseñanza de utilidad práctica.


Falta el cuarto y definitivo imperativo


Fernandito era un compinche de pillerias juveniles, gamberro, incívil y disoluto todo él, primogénito de una devota beata (señora de pláticas y ruegos) que le reñía por los ventanales de nuestra infancia al grito de Fernandito pu favó. Resulta que en cierta ocasión Fernandito gozaba de los adolescentes placeres de la mastubación en la privacidad de su alcoba cuando su bienamada madre irrumpió cautelosamente sorprendiéndole en los trajines lúbricos. La escena en si no tiene mayor trascendencia si no fuese por lo que dijo su madre ante tal desatino.


Es ESTO lo que quieres estar

Haciendo

cuando cristo vuelva?


Me imagino a Cristo en su segundo advenimiento arrojado de nuevo a los terrores terrígenos, hecho mortal, lacónico, centrado en su misión redentora... Aún no sabe muy bien ni el tiempo ni el espacio en el que se halla, se despereza, abre los ojos al nuevo mundo, y que es lo primero que ven sus ojos? a Fernandito dandole al manubrio!!!


Y ahora se eleva una pregunta a todos vosotros...sea lo que sea aquello que esteis haciendo en este preciso momento...es eso lo que quereis estar haciendo cuando cristo vuelva?


Esta pregunta, que tintinea como una amenaza y posiblemente os ha hecho crujir todos los tuétanos, añade un detalle al acto moral que los anteriores imperativos habían obviado. Se trata de la urgencia de la acción correcta; pues en este caso, cada instante cuenta. Puesto que puedes disponerte a realizar la acción moral más considerable y loable de cuantas existan en el mundo, pero mientras no la realizas...que estas haciendo? Es eso lo que quieres estar haciendo cuando cristo vuelva? Porque el segundo advenimiento no esperará a que estés preparado, ni perfumado..¿no? Puede pillarte en las letrinas, en un suspiro, en un mal pensamiento, en una ventosidad, quien sabe...


Tengo mucho miedo...

viernes, 15 de mayo de 2009

Era de noche y sin embargo llovía

Esta debe de ser la cara de Paul Clifford; y el que diga lo contrario, miente.


No recuerdo de que manera llegó a mis tegumentos meníngeos esta proterva articulación de palabros. Recuerdo, eso sí, ser asaltado al instante por una confusa confederación danzarina de disímiles sazones anímicas que me reportaron la determinación audaz de genocidiar en mi cualquier esperanza fátua de convertirme en un literato. La ilícita jerigonza a la que aludo en el título de esta aciaga exposición fue confeccionada por el protervo Edward George Bulwer-Lytton (1803-1873) que la usó en su, más que novela baldón, Paul Clifford . ( Y aquí que acude a nuestra llamada nuestro bienamado Clifford, sujeto de pretéritas disertaciones en este mismo blog).
El encopetado Eduardo Jorge decidió dar, con este principie, expiración y sepelio a la literatura; y alimento a otro nuevo e insólito arte: el de la fraseología (arte practicado por todo tipo de internautas bloggeros y filosofastros de cátedra a los que dedicaré un merecido libelo). Más aún, era de noche y sin embargo llovía se considera el más desafortunado inicio de una novela que han visto los siglos. No en vano, la Universidad de San José organiza anualmente el concurso Bulwer-Lytton para premiar las más execrables primeraa líneas de cuantas novela caen en sus manos (la única condición para participar es no querer participar, es decir no ser consciente de la propia deslealtad con las musas). He tenido acceso a otro trepidante comienzo. El mérito de la composición es de un tal Jim Guigli; jubilado, me imagino, aficionado al género negro y con ambiciones literarias que recibió con plena justicia el codiciado galardón este último año por lo que sigue:

“El Dr. Metzger se dio la vuelta para recibir a su nuevo paciente, totalmente ignorante de que pronto se convertiría en miembro de una secreta hermandad tan antigua como la urología misma”

Añado otros inicios de antología:

“El detective Bart Lasiter se encontraba en su oficina analizando la luz que entraba por una ventana, cayendo sobre su superburrito, cuando se abrió la puerta y apareció una mujer cuyo cuerpo decía “te has comido tu último burrito por ahora”, cuyo rostro decía “los ángeles sí existen”, y cuyos ojos decían que ella podía hacerte cavar tu propia tumba y lamer la pala hasta dejarla limpia”.



"No era, desde luego un gran dia, un poco mejor que bueno, pero sin llegar a ser formidable”


“Dándome la vuelta, digerí mentalmente todo lo que tu, el lector, estás a punto de descubrir descorazonadoramente.”

En fin, a mi era de noche y sin embargo llovía me gusta, no es un gran inicio, un poco mejor que bueno, pero sin llegar a ser formidable...Amén

jueves, 7 de mayo de 2009

Que me lo creo todo


No hace mucho, solipsista activo de mí, sostenía las mas osadas ideas teóricas sobre cualquier asunto sacro o profano. Confiaba que mis sofisticadas sofísticas arrojarían luz sobre las entendederas de todo aquel que pretendiera interponerse en mi camino. Por aquel entonces, podía defender una cosa y la contraria con la misma vehemencia, a sabiendas de que ambas cosas eran igualmente falsas en mi lengua. El caso es que he llegado a un punto en el que me lo creo todo. Y cuando digo todo, me refieero a confiarme en las implicaciones de una afirmación y en las de la afirmación contraria a un mismo tiempo. Como muestra dos botones: No hace mucho leí un artículo de José Luis Camacho; experto en contubernios judeo-selenitas y en apostólicas apocalipsis marcianas. Afirmaba, entre otras cosas lo siguiente:


" Sabemos que los ummintas (una suerte de extraterrestres arios comunistas; de guapura supina verbigracia) han escrito un mínimo de 158 cartas, de las cuales se conoce la existencia de 48, aunque nadie ha tenido acceso a ninguna de ellas".


El lector puede analizar y discutir sobre la veracidad de esta expresión, expresión no verificable puesto que nunca tendrá acceso a las correspondientes misivas humano-ummitas, pero el caso es que, en lo que a mi refiere, confío plenamente en la existencia de esas 158 cartas como mínimo e incluso afirmo que podrian tratarse de 168.


Que lo uno es lo otro y viceversa.

Por ejemplo, aquí no estaba ni Clifford

He podido comprobar, con cierto desagrado y renuencia, que cierta persona de cuyo blog no vamos a hablar (porque ya está colgado como preferente en este mismo sitio) ha osado dirigirse hacia mi irrefutable teoría sobre la prueba onto- lógica sobre el sentido de la proferencia "no estaba ni Cliford". Su pregunta al respecto me ha hecho contrariarme y he buscado obsesivamente la razón por la cual este andova pensó que yo no he hablado de si Cliford estaba o no. Pues bien, querido amigo, no lo se. No puedo saberlo. Cuendo yo he llegado a ciertos eventos y he escuchado la frase "´no está ni Cliford" era, precisamente, porque Cliford no se encontraba allí. De todos modos, si la siguiente réplica que oses hacerme va a ir dirigida hacia el tema ¿y dónde estaba entonces? pues te responderé que lo desconozco totalmente. Quizá eso le interese a la novia de Cliford, a su madre o a su amante, pero a mí no.



De todos modos, compartiré con vosotros una intuición que Dios ha infundido en mi cabeza en el preciso día de ayer, aunque la he visto hoy. Alguien me comentó que, en otros lugares de España, la frase equivalente o análoga a la anteriormente presentada y analizada es "allí no estaba ni Cristo". He podido deducir de aquí que, como tantas otras expresiones tipo "Me cago en Diez" (equivalente a defecar en el Señor, nuestro Creador, pero dicho sin decirlo), "no estaba ni Cliford" es una forma paganizada de referirse a que ni Cristo ha acudido a cierto evento (guateque). El porqué Cristo debería acudir lo comentaré en otra ocasión, puesto que en estos momentos ese tema es totalmente colateral y no nos importa. Lo único que podemos deducir, sin dejar lugar a dudas, es que Cliford es:



1. Cristo mismo ( de donde Cristo= Cliford sería totalmente verdadero)

2. El segundo advenimiento esperado.





Amén


martes, 5 de mayo de 2009

No estaba ni Cliford

Hace poco nos referíamos a la ponencia del aciago conferenciante Habermas. Me informan de que, allí, no estuvo ni Cliford.
Merece la pena dedicar unos instantes al análisis ontológico de esta proposición. Quizá más tarde pasemos al lógico.



Análisis ontológico de la proferencia "No estaba ni Cliford"



Supongamos que Cliford es una entidad fenomenológica, es decir, que acontece, que deviene. Suposición, por otra parte, válida como cualquier otra (una conjetura muy respetable).
La esencia de Cliford es precisamente su ausencia. Delimitemos este concepto a eventos. La entidad real y fenoménica de Cliford se debe a la existencia previa a posteriori de un evento al que, por otra parte, él no ha acudido. Y ahora os preguntaréis: ¿quién coño es Cliford? (véase que pongo la pregunta en el lenguaje vernáculo en el cual estáis pensando). Esta pregunta es sencillamente incorrecta y no tiene ningún sentido si la extirpamos del lugar geográfico-vital donde esta expresión se usa: Valladolid. Cliford sólo puede entenderse como un concepto regulativo de la lebenswelt (el mundo de la vida: guateques). Negar la existencia de Clifford seria quitar, por inferencia, sentido a la afirmación primigenia, lo qual supondria negar sentido a este blog. Con lo primero bien me avengo, pero no tanto con lo segundo (para otras trampas sagradas semejantes a esta estudiese en conciencia a Descartes). Eso sí, teniendo en cuenta (siempre hay que tenerlo en cuenta) que este blog no pretende serlo, hágase lo que bien le venga a cada cual en gana.
Al lector ducho en cuestiones ontológicas le habrá bastado ya con las reflexiones anteriores. Es más, pido perdón si en algún momento he explicado determinadas cosas que ya se dan por sabidas y que están de más. Para el no tan versado, adjunto bonita fotografía de gatito tope mono.












Entretenidos en la foto anterior, pazguatos y rozagantes, mantengamos un diálogo usted, estimado lector, y yo. Un diálogo (di-a-logos) de hombre a hombre, o de violetera a violetera si se prefiere, sobre las cuestiones puramente lógicas.





Análisis lógico de la proferencia "No estaba ni Cliford"



Clifford es, como mínimo, un sentido del concepto mismo. El problema con el cual nos topamos es, lógicamente, un abismo ontológico trasladado a la problemática desentrañación lógica del verdadero sentido de lo que no lo tiene. ¿Es Clifford un personaje de ficción? Y, de ser así, ¿Un personaje de ficción tiene, acaso, referente? La propedéutica transmigracional de los sentidos secretos inferidos escondidos en este birlibirloque lingüero se manifiesta claramente al análisis pormenorizado de los qualia. Fragmentemos en unidades atómicas la proposición: No: advervio de negacion ("nanai de la china"),estaba: parecido a ser pero no exactamente, digamos que es como ser en un tiempo y un espacio (conferencia de Habermass-dia 5 de mayo), ni: véase "Los caballeros de la mesa cuadrada" de los Monty Python. Clifford: véase bonita foto de arrebolado cirro.



Ahora sí, sentido y referente se unen en amorosa comunión. Amén.

El tercer hombre


Ahí lo tenéis, detrás de los que intentaron ser grandes.
La sombra de su sombra.
Habermas. Nació en aquel lugar donde nacen los que están muertos. Nació en el lugar donde yacen amenazantes los nosferatus en sus féretros enmohecidos. Y éste es el contexto de un tipo que, tras decidir dedicarse a ser muy amigo de Afdorno y Horkheimer, remató la teoría Kantiana hibridándola con la marxista o marxiana, como él la preferiría llamar.

Cuando era joven ya era viejo. Ahora que es muy viejo, simplemente está viejo. Y con viejo nos referimos a que, seguramente, debería de haberse retirado ya. Pero todo el mundo sabe que hay dos tipos de "personas" en este mundo que nunca mueren: los que dejan tras de sí la estela de su obra y los que, simplemente, nunca dan por acabada la suya; el resto está muerto. De éstos últimos hablamos. De éste último, más bien. Tras la decisión de no acabar nunca, este hombre se convirtió en el nuevo vampiro filosófico posmoderno. Y hoy, precisamente hoy, día cinco de mayo, dicen que le han visto dar una conferencia en el CCCB. A mí no me ha gustado, eso está de más decirlo. Pero tampoco es que haya asistido. En lo personal desconozco por completo su obra y sus tribulaciones; aun con todo y con eso afirmo tajantemente que estoy en pleno desacuerdo con todo lo que haya dicho y lo que pueda decir en tiempos venideros. Por lo que a mí respecta Habermas siempre será el tercer hombre. Primero yo, luego un gastrólogo gordo y, tan sólo después y en este orden, él. En ningún sitio. En el CCCB. Hablando de sus cosas. Batallitas, seguro. Un viejo nunca habla de otra cosa. Hoy se ha abierto más mi úlcera, como bien podréis comprobar. Me dispongo a mi diaria genuflexión reverencial al trono inodoro que es mi quimera y mi cruz. A trallar se ha dicho. Quizá mis vomitos biliares garabateen alguna letanía. Amén.